Las comunidades indígenas del Abya Yala o América defienden el concepto de el buen vivir, en oposición al “vivir mejor”, como un modelo de vida o de desarrollo más justo, más sostenible o sustentable, más ecológico. Se abre con especial fuerza en América Latina, hasta el punto que, recientemente, Ecuador y Bolivia han incluido el buen vivir en sus respectivas constituciones como el objetivo social a ser perseguido por el Estado y por toda la sociedad.
En oposición al vivir mejor occidental, al siempre vivir mejor de la lógica neoliberal, el buen vivir propone un modelo de vida mucho más justo para todos. Para que unos pocos vivan mejor, que es lo que sucede ahora en el Primer Mundo, para asegurar esas desmedidas demandas de consumo y despilfarro, tiene que existir un Tercer Mundo que provea de materias primas y mano de obra baratas. Muchos, en definitiva, tienen que “vivir mal” para que unos pocos “vivan bien”.
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¿Qué es el buen vivir?
El buen vivir es, en cambio, muchísimo más equitativo. En vez de propugnar el crecimiento contínuo, busca lograr un sistema que esté en equilibrio. En lugar de atenerse casi exclusivamente en datos referentes al Producto Interior Bruto u otros indicadores económicos, el buen vivir se guía por conseguir y asegurar los mínimos indispensables, lo suficiente, para que la población pueda llevar una vida simple y modesta, pero digna y feliz.
A destacar que el buen vivir no puede concebirse sin la comunidad. Justamente, el buen vivir irrumpe para contradecir la lógica capitalista, su individualismo inherente, la monetarización de la vida en todas sus esferas, su deshumanización. Aunque su escenario de puesta en práctica ideal sea el campo, dónde la articulación política del buen vivir en modestas pero felices comunidades soberanas y autosuficientes resulta más sencillo, también existen intentos de llevar el buen vivir en las ciudades, con asambleas de barrio, búsqueda de espacios comunes de socialización, huertos urbanos, bancos de tiempo, cooperativas de consumo, etc.
Finalmente, hay que comentar que el buen vivir reivindica el equilibrio con la Madre Tierra y los saberes ancestrales de los pueblos indígenas para con ella. Nacido del conocimiento de la profunda conexión e interdependencia que tenemos con la naturaleza, el buen vivir y su apuesta por un desarrollo a pequeña escala, sostenible y sustentable, nos parece una solución no sólo positiva sino necesaria para garantizar una vida digna para todos a la vez que la supervivencia del planeta. En este sentido, nos parece que existen muchas similitudes con el movimiento por el decrecimiento. |
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